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Situación actual de las sectas

Imagine, si lo desea, las siguientes escenas.

Hombres vestidos con túnicas de color azafrán que bailan y cantan en las esquinas acompañados de címbalos y tambores. Adolescentes desastrados que se afanan de coche en coche vendiendo flores bajo una lluvia torrencial. Hombres muy tensos, vestidos con traje y corbata, que piden dinero a la gente en las salas de espera de los aeropuertos para poner en cuarentena a los enfermos de SIDA y construir armas lanzadoras de rayos. Más de novecientas personas -hombres, mujeres y niños; blancos y negros- que yacen boca abajo en el fango de Jonestown, Guyana.

Mencione la palabra «sectas» y éstas serán las imágenes que evocará en muchas personas. Muchos de nosotros hemos visto tales imágenes con nuestros propios ojos, ya sea por experiencia personal o a través de los medios de comunicación de masas.

Sin embargo, estas imágenes no representan por completo el alcance que tiene en la actualidad el fenómeno de las sectas destructivas. No son sino su aspecto más visible.

Imagine, entonces, otra serie de imágenes.

 

Ejecutivos de negocios vestidos con trajes de tres piezas sentados en salones de hotel para participar en cursillos de concienciación organizados por sus compañías, que no pueden ni levantarse para ir al lavabo. Amas de casa que asisten a «sesiones de estímulo moral» para que puedan reclutar a amigos y vecinos y hacerles entrar en una estructura de ventas piramidal. Cientos de estudiantes reunidos en una universidad de renombre a quienes se les dice que pueden levitar y «volar» por los aires con sólo un esfuerzo de meditación. Alumnos de instituto que practican rituales satánicos con la utilización de sangre y orina, dirigidos por un anciano líder que proclama que él les hará desarrollar su poder personal. Cientos de personas de la más variada procedencia que pagan sumas enormes para aprender las verdades cósmicas que son «canalizadas» a través de un espíritu. 

 

Se estima que en la actualidad existen en Estados Unidos alrededor de tres mil sectas destructivas que tienen casi tres millones de adeptos.

Las hay de todas clases y tamaños. Algunas sectas cuentan con cientos de millones de dólares, mientras que otras son muy pobres. Algunas, sin embargo, son sin duda mucho más peligrosas que otras. No contentas con ejercer su poder sobre la vida de sus miembros, tienen un plan para hacerse con el poder político y reformar la sociedad, y, en algunos casos, incluso el mundo.

Si tenemos en cuenta lo hábiles que han sido las sectas destructivas para ocultarse del escrutinio público durante los últimos años, puede parecer un tanto alarmista considerarlas como una amenaza para la libertad individual y la sociedad general. Sin embargo, están influyendo en el panorama político mediante la creación de grupos de presión y el apoyo a determinadas campañas de algunos candidatos. Algunas sectas intentan influir en la política exterior de su país y trabajan de forma encubierta para potencias extranjeras. Se ha descubierto que los Moonies han entregado grandes sumas de dinero y armas a las fuerzas de la "contra" en Nicaragua. También han invertido entre 70 y 100 millones de dólares en Uruguay, tal vez en un intento de convertir aquel país en el primer Estado teocrático de la secta, una plataforma de lanzamiento para conseguir su meta de «conquistar y sojuzgar al mundo».

El paro, un chollo para las sectas

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